BUENOS AIRES.— La última semana se convirtió en la más difícil para Javier Milei desde que asumió la presidencia, un verdadero punto de inflexión donde se acumularon derrotas políticas, zozobra personal y un mercado en abierta desconfianza.
El primer golpe llegó en el Congreso. En apenas 48 horas, el oficialismo sufrió derrotas consecutivas: la Cámara de Diputados tumbó sus vetos a las leyes de financiamiento universitario y de emergencia para el Hospital Garrahan, y el Senado, con una votación aplastante, rechazó su veto a la ley de reparto de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN).
Tres reveses que no solo implicaron derrotas parlamentarias concretas, sino que expusieron la soledad política del Gobierno. Lo que Milei defendía como la piedra angular de su plan económico —el ajuste fiscal— fue erosionado en el Congreso por mayorías amplias y heterogéneas, con radicales, federales e incluso sectores del PRO votando contra la Casa Rosada.
En paralelo, surgió la versión más personal y vulnerable del Presidente: trascendió que, en la intimidad, le habría confesado a su hermana Karina que, de no imponerse en las legislativas de octubre, podría renunciar. El rumor de una “crisis nerviosa” se propagó rápidamente, alimentado por la tensión política y económica del momento. La sola posibilidad de un Milei dispuesto a abandonar el poder encendió todas las alarmas entre aliados y opositores.
El frente económico no dio tregua. Los activos argentinos vivieron una semana negra: los bonos soberanos se hundieron más de 13% en Wall Street, los ADR de empresas argentinas sufrieron caídas de dos dígitos y los inversores locales huyeron hacia el dólar, obligando al Banco Central a vender reservas para contener la presión cambiaria. Todo esto en un contexto donde ni siquiera el recorte de tasas de la Reserva Federal logró traer alivio a los mercados.
El resultado fue un escenario en el que la política y la economía se retroalimentaron en negativo. La debilidad institucional del Presidente potenció la desconfianza financiera, y la fuga de capitales reforzó la percepción de un Gobierno aislado, sin margen para imponer su agenda de ajuste.
De cara a octubre, Milei enfrenta un dilema central: sin capacidad para construir consensos en el Congreso, depende de un capital político que luce cada vez más erosionado.
La peor semana de su mandato deja al descubierto un Presidente acorralado por la oposición, condicionado por los mercados y golpeado en lo personal, con el riesgo de que esta dinámica no sea un episodio aislado, sino el anticipo de una crisis mayor.