CARACAS.— Vestido con uniforme militar desde el Fuerte Tiuna, Nicolás Maduro declaró a Venezuela en “máxima preparación” frente al despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe. El mandatario activó más de 4,5 millones de milicianos, aunque recalcó que su prioridad sigue siendo el diálogo directo con Washington.
La tensión en el Caribe alcanza un nuevo punto crítico. Este viernes, el presidente ordenó una movilización inédita de la Milicia Bolivariana, integrada por millones de combatientes en las estructuras de defensa territorial.
Maduro activó miles de Unidades Comunales de Defensa y más de 15.000 bases populares en todo el país, en lo que definió como “una guerra de todo el pueblo”. Según el Gobierno, el registro de milicianos en el Sistema Patria supera los 4,5 millones, convirtiendo a este componente civil-militar en la mayor fuerza territorial de la historia reciente del país.
La medida se produce tras el refuerzo militar de Estados Unidos en la región, que incluye ocho buques de guerra, un submarino nuclear, más de 4.500 efectivos y diez cazas F-35 desplegados en Puerto Rico. Washington justifica el operativo como parte de una ofensiva antidrogas.
El detonante inmediato fue el hundimiento de una embarcación venezolana que, según la Casa Blanca, transportaba narcóticos y estaba vinculada al Tren de Aragua. El incidente, que dejó once muertos, fue cuestionado por Caracas y desató la nueva escalada.
En su discurso, Maduro advirtió que Venezuela está preparada para una “república de armas” si se produce una invasión, pero insistió en que “la diplomacia es la única salida posible” y apeló directamente al presidente Donald Trump para evitar un conflicto de alto impacto en Sudamérica.
Con este doble mensaje, busca proyectar capacidad de resistencia ante una posible agresión y, al mismo tiempo, mantener abierta la vía diplomática.
La crisis abre así un nuevo capítulo de incertidumbre en el Caribe: la movilización masiva en Venezuela y la respuesta militar de Estados Unidos elevan el riesgo de confrontación, aunque la apuesta por mantener abiertos los canales de diálogo podría ser el único freno a una escalada que impactaría a toda la región.
