PEKÍN.— La soja se ha convertido en un punto de conflicto clave en la guerra comercial entre Estados Unidos y China. El gigante asiático —el mayor importador mundial del poroto oleaginoso— no ha reservado ni un solo embarque estadounidense para la nueva temporada de cosecha.
Esa situación es inusual y costosa para los productores norteamericanos, que dependen de China para colocar gran parte de su producción. Pekín ha optado por redirigir sus compras hacia Sudamérica, principalmente Brasil y Argentina, mientras los agricultores de EE. UU. enfrentan silos llenos y precios estancados.
Podría haber una salida en el horizonte. Antes del esperado encuentro entre los presidentes Donald Trump y Xi Jinping al margen de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, afirmó el 26 de octubre que China realizaría “compras sustanciales” de soja como parte de un acuerdo comercial más amplio que ambas partes están a punto de cerrar. Sin embargo, los funcionarios chinos aún no confirmaron ningún plan para reanudar las adquisiciones.
¿Por qué China evita comprar soja estadounidense?
China no ha comprado soja de EE. UU. desde mayo de 2025, según datos del Departamento de Agricultura estadounidense (USDA). Y hacia mediados de septiembre, aún no había reservado ni un solo cargamento de la nueva cosecha, iniciada ese mismo mes.
Este boicot efectivo le ha dado a China poder de negociación en la disputa comercial, al golpear directamente a los agricultores estadounidenses, un bloque electoral clave para Trump y el Partido Republicano. El expresidente acusó a China de retener las compras “solo por motivos de negociación” y calificó la medida de “acto hostil económico”.
¿Cómo ha afectado esto a los agricultores de EE. UU.?
El impacto ha sido significativo. La soja es la mayor exportación agrícola del país, y China representa más de la mitad de los 24.500 millones de dólares en ventas al exterior registradas el año pasado. Sin ese mercado, los productores estadounidenses enfrentan menos compradores y precios más bajos.
En el Medio Oeste, los agricultores observan cómo sus silos se llenan mientras avanza la cosecha. Investigadores de la Universidad de Purdue advirtieron que los costos más altos de fertilizantes, semillas y agroquímicos, combinados con la caída de precios, están erosionando los márgenes de ganancia. Muchos optan por almacenar el grano antes que vender con fuertes pérdidas.
El golpe se extiende a toda la cadena: elevadores de granos, procesadoras y redes ferroviarias también sufren la desaceleración del comercio.
Trump aseguró que su gobierno usará los fondos recaudados por aranceles para asistir a los agricultores. El 24 de septiembre, la secretaria de Agricultura Brooke Rollins prometió un nuevo paquete de ayuda “en las próximas semanas”, aunque el cierre parcial del gobierno complica su implementación.
¿Tiene EE. UU. herramientas para presionar a China?
La administración Trump sostiene que sí. El expresidente ha prometido confrontar directamente a Xi Jinping sobre el tema de la soja durante su reunión.
A mediados de octubre, Trump dijo que EE. UU. estaba considerando suspender las importaciones de aceite de cocina usado procedente de China como represalia por la negativa de Pekín a comprar soja estadounidense. Ese aceite reciclado, que se obtiene de hogares, restaurantes y fábricas, se utiliza para producir biocombustibles como el diésel renovable.
Sin embargo, la amenaza parece poco efectiva: en 2024, las exportaciones chinas de aceite usado a EE. UU. sumaron apenas 1.200 millones de dólares, muy por debajo de los 12.600 millones de las exportaciones de soja estadounidense a China. Además, esos flujos han caído por políticas impositivas y energéticas en ambos países, sumadas a los aranceles de Trump.
¿Hay riesgos para China?
Sí. La soja es esencial en la cadena alimentaria china: la mayor parte se transforma en harina para alimento animal, especialmente para cerdos, que constituyen la principal fuente de carne del país. El aceite de soja, por su parte, es ampliamente usado en la cocina y en la industria alimentaria.
Históricamente, los agricultores estadounidenses son el segundo proveedor de soja para China, con cerca del 20% de las importaciones en 2024. Pero los procesadores chinos y los productores locales han acumulado inventarios más altos de lo habitual, mientras que las reservas estatales aportan un margen adicional. Así, China puede esperar hasta 2026 antes de sentir presión real para volver a comprar.
Esto implica que, incluso si se alcanzara un acuerdo comercial, el repunte en los pedidos podría no ser inmediato.
La tensión comercial reciente demostró que China puede prescindir de la soja estadounidense si lo necesita, y probablemente buscará no volver a depender de su principal rival geopolítico para un insumo tan crucial para su seguridad alimentaria y estabilidad económica. No obstante, una mayor dependencia de Brasil, el principal productor mundial, implica riesgos propios: costos más altos y vulnerabilidad ante eventos climáticos en Sudamérica.
¿China ya había boicoteado la soja estadounidense?
Sí. La situación actual recuerda a la guerra comercial de 2018-2019, durante el primer mandato de Trump, cuando Pekín redujo drásticamente sus compras de soja estadounidense en represalia por los aranceles y restricciones impuestos por Washington.
Aquella presión llevó al gobierno de Trump a firmar el llamado “acuerdo de Fase Uno”, en el que China se comprometió a comprar decenas de miles de millones de dólares en productos agrícolas, incluyendo soja, a cambio de una reducción parcial de aranceles.
Trump más tarde culpó a su sucesor, Joe Biden, por “no hacer cumplir” adecuadamente los términos del pacto.
