PEKÍN.- Unos diez millones de uigures viven en la provincia china de Xinjiang. El Partido Comunista los acosa, discrimina y vigila cada aspecto de su vida.
Esto, con el argumento de que representan un peligro para la seguridad. Como ocurrió en 2009, cuando en la capital provincial, Urumqi, hubo violentas protestas de los uigures contra los chinos Han. Al menos 140 personas perdieron la vida.
De igual manera, en 2014, cuando un atacante suicida uigur se inmoló en un mercado matando a docenas de personas. Pekín toma esos ejemplos para argumentar que hoy existe una amenaza terrorista.
A finales de 2016, el gobierno comenzó a actuar con mayor rigor contra los musulmanes de China. Desde entonces, se ha construido una red de campos de trabajo y de cárceles.
Se estima que al menos un millón de personas se encuentran internadas en esas instalaciones. Literalmente, desaparecen del mapa. Muchos son repartidos en fábricas para realizar trabajos forzados. Cualquier persona que sea liberada del campamento será vigilada muy de cerca por el gobierno.
Las autoridades hablan de visitas voluntarias a “centros de formación profesional”. Estos habrían sido construidos con el fin de combatir ideas extremistas e impartir “valiosas habilidades” a los uigures.
Lo que sucede en realidad en esos campos, es que estos son obligados a renunciar a su religión y a aprender mandarín. Activistas de derechos humanos dicen que en estos centros son “sencillamente sometidos a un lavado de cerebro”.
El Ministerio de Exteriores de Alemania describió estos recientes como “campos de reeducación” con “cursos de formación ideológica draconiana” en un informe confidencial de diciembre de 2019.
Dicho informe sostiene que al menos un millón de un total de diez millones de uigures han sido internados en Xinjiang.
El documento revela que el Estado chino persigue sistemáticamente a los figures por su religión y cultura. Documenta meticulosamente y durante un largo período el destino de 311 prisioneros, arrestados por las razones más banales: una barba demasiada larga, una oración, un velo facial, una llamada al extranjero, una conversación a través del servicio de mensajería permitido en China WeChat o demasiados niños.
Las autoridades de Xinjiang disponen de una amplia variedad de datos. Prácticamente cada movimiento de los uigures está controlado, por ejemplo, por medio de cámaras de seguridad con software de reconocimiento facial y aplicaciones de vigilancia, que las personas deben instalar en sus teléfonos móviles. Y También a través de una amplia red de policías y espías.