PEKÍN / WASHINGTON— Apenas un mes después de que el presidente estadounidense Donald Trump celebrara “avances” en las negociaciones con China, ambas potencias intentan salvar la cumbre prevista entre sus líderes —a solo una semana— mientras se acusan mutuamente por el aumento de la tensión.
Incluso si el encuentro entre Trump y Xi Jinping logra concretarse, los analistas consideran que la convicción de ambas partes de tener ventaja, sumada a la postura más firme de Pekín, limita las posibilidades a un acuerdo parcial sobre unos pocos temas.
“China cree que las negociaciones por sí solas no bastan y que son necesarias contramedidas efectivas frente a Estados Unidos para evitar presiones”, señaló Wu Xinbo, director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad Fudan de Shanghái.
En juego está una frágil tregua comercial negociada durante meses y una relación bilateral valorada en unos 660.000 millones de dólares anuales.
La tensión escaló en octubre, cuando China amplió drásticamente las restricciones a las exportaciones de tierras raras en respuesta al aumento de empresas chinas incluidas por Washington en la lista de bloqueo tecnológico. El movimiento amplía el control chino sobre minerales estratégicos y refuerza su dominio en las cadenas globales de suministro.
“Se trata de una expansión masiva de la jurisdicción extraterritorial”, explicó Cory Combs, analista de la consultora Trivium China. “El lenguaje de los controles es sorprendentemente explícito y apunta a varios tipos de chips”.
China, que produce más del 90% de las tierras raras procesadas del mundo, basó su nueva normativa en regulaciones estadounidenses destinadas a restringir las exportaciones de productos vinculados a semiconductores hacia el país asiático.
Según fuentes cercanas a la administración Trump, Washington se vio sorprendido por el contraataque chino y evalúa el impacto de las medidas sobre las empresas estadounidenses. En respuesta, la Casa Blanca acusó a Pekín de librar una “guerra económica”, mientras Trump advirtió que la cumbre podría cancelarse.
El contraste con el tono optimista de Trump en septiembre —cuando habló de “progreso” sobre comercio, TikTok, el contrabando de fentanilo y la guerra en Ucrania— es evidente. El mandatario insiste en reunirse con Xi en Corea del Sur, al margen del foro de APEC, aunque reiteró su amenaza de imponer aranceles del 100% si no hay acuerdo.
Como intento de distensión, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, se reunirán en Malasia en los próximos días, tras duras negociaciones europeas en Ginebra y Estocolmo sobre comercio, acceso a mercados y drogas sintéticas.
Dentro del gabinete estadounidense, las nuevas restricciones chinas son vistas como “una guerra económica en toda regla”, según una fuente cercana al gobierno. “El riesgo de una escalada es alto. No hay una salida fácil, como otra pausa de 90 días”, agregó.
El diálogo se complica porque ambas potencias creen tener la ventaja. “Los funcionarios chinos confían en la fortaleza de su economía y ven a Estados Unidos en crisis política”, explicó Michael Hart, presidente de la Cámara de Comercio Estadounidense en China. “Pero los funcionarios de Washington, a su vez, se sienten fortalecidos y creen que la economía china está debilitada”.
La falta de una política coherente hacia China agrava la situación: el gobierno combina sanciones con flexibilizaciones en ventas de chips y acuerdos como el de TikTok.
Mientras tanto, Trump firmó un pacto sobre minerales críticos con Australia para contrarrestar la influencia de Pekín, y se prepara un nuevo paquete de aranceles a sectores estratégicos como semiconductores y farmacéuticos. China, por su parte, podría responder endureciendo los controles sobre tierras raras, abriendo investigaciones antimonopolio o elevando tarifas.
En medio de la desconfianza mutua, los analistas creen que el mejor escenario posible sería un acuerdo limitado —similar al Fase Uno de 2020— centrado en confianza y cooperación económica gradual. “Lo más probable es que veamos medidas para reconstruir confianza y sentar las bases de un nuevo pacto durante la primera mitad del próximo año”, afirmó Peter Harrell, exfuncionario de política económica internacional del gobierno Biden.
