KABUL.— Tres años tras el retorno del régimen talibán, Afganistán enfrenta una economía con «crecimiento cero» y una población sumida en la pobreza, mientras la crisis humanitaria se profundiza y no se vislumbran perspectivas de mejora a corto plazo.
En 2021, el nuevo gobierno asumió una administración que había logrado estabilizarse. Los precios habían disminuido, la moneda se mantenía estable, la corrupción no alcanzaba niveles alarmantes y, sobre todo, la seguridad parecía restaurada después de 40 años de conflicto.
Sin embargo, el PIB sufrió una contracción severa del 26% en 2021 y 2022, según el Banco Mundial, que proyecta un «crecimiento nulo» durante los próximos tres años y una caída en la renta per cápita debido a la presión demográfica.
La asistencia al desarrollo se ha reducido drásticamente ya que ningún país reconoce al gobierno talibán, la ayuda humanitaria ha disminuido y un tercio de los 45 millones de afganos sobrevive con una dieta básica de pan y té, enfrentando un desempleo generalizado.
«Encontrar aliados estratégicos es crucial en tiempos de guerra», comentó Sulaiman Bin Shah, viceministro de Comercio en el momento de la toma de Kabul y ahora asesor de inversiones. Ahmad Zahid, viceministro de Comercio e Industria, agregó que cooperan principalmente con Rusia, China, Pakistán e Irán.
Para superar el estancamiento económico, Bin Shah indicó que es necesario reabrir los canales bancarios, bloqueados por las sanciones occidentales y la congelación de activos del Banco Central.
La AFP consultó a varios afganos en Kabul, Herat y Gazni sobre sus vidas actuales.
Azizullah Rehmati, de 54 años, es un empresario optimista que espera duplicar su producción de azafrán este año. Aunque antes pensaba invertir en el extranjero, ha decidido hacerlo en Afganistán debido a la mejor seguridad y facilidad para exportar. Sin embargo, enfrenta problemas para transferir dinero, recurriendo a agentes en Dubái. En su fábrica, las mujeres separan los pistilos del azafrán, pero solo el 50% de los empresarios continúan empleando a mujeres, debido a las restricciones talibanas sobre su trabajo y educación.
Wahid Nekzai Logari, exmiembro de la Orquesta Nacional, tuvo que abandonar su carrera musical debido a la prohibición impuesta por el Emirato Islámico. Ahora, se dedica ocasionalmente a conducir un taxi para sustentar a su familia de siete miembros, ganando solo 5.000 afganis (70 dólares) al mes.
Sayeda (nombre ficticio), una gerente de 21 años, volvió a abrir su salón de belleza en una ubicación discreta después de que el cierre de estos negocios le rompiera el corazón. Ahora, atiende entre seis y siete clientas diarias en lugar de las 30 a 40 que tenía antes, y ha reducido su salario de 25.000 a entre 8.000 y 12.000 afganis para mantener a sus 25 empleadas.
Abdul Wali Shaheen, un exmuyahidín de 31 años, ahora trabaja en el Departamento de Información y Cultura de Gazni, en lugar de luchar en el campo de batalla. Aunque encuentra su nuevo rol estresante, su salario de 10.000 afganis es suficiente para su familia de cinco miembros. A pesar de las «deficiencias», mantiene una actitud positiva y esperanza en el futuro, otorgando un «10/10» al Emirato por estos tres años.