Afganistán vive una hambruna sin precedentes

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KABUL.— David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos (PMA), describió la situación en Afganistán a finales del año pasado como un «infierno en la tierra». Aunque desde que los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021 han disminuido los disparos, bombardeos y combates, el país se encuentra en una grave crisis económica y social.

Nueve de cada diez afganos sufre escasez de alimentos, según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas. De estas más de 18 millones de personas, la mitad tiene tan poca comida, que necesitaría ayuda urgentemente.

El problema: falta el dinero. En la actualidad, las ayudas alcanzan para apoyar a diez millones de personas, dijo la directora del PMA en Afganistán, Mary-Ellen McGroarty, en una rueda de prensa en línea a finales de julio de 2022. La consecuencia es que hay que priorizar entre los necesitados, en función de criterios como la situación alimentaria actual o la vulnerabilidad particular. McGroarty habló de un proceso «extremadamente difícil y a menudo desgarrador».

Son muchas las crisis que azotan Afganistán. Está, por un lado, la pobre infraestructura, fruto de décadas de guerra. Está el cambio climático, que en los últimos tres años ha provocado sequías, arrasando con los campos de cultivo en muchas zonas del país y que en otras provoca inundaciones o nieve en pleno mes de junio.

A esto se suma el terremoto de este año. Pero, según Samira Sayed Rahman, del Comité Internacional de Rescate, el mayor reto es la suspensión de subvenciones desde el extranjero.

Durante 20 años, los países occidentales han apoyado a Afganistán militarmente, políticamente y en la cooperación al desarrollo. Tres cuartas partes del gasto público se cubrían con dinero de la comunidad internacional.

Tras la llegada al poder de los talibanes, los pagos se interrumpieron de la noche a la mañana. «Había unos 400.000 empleados del sector público, más unos 200.000 en el sector de la seguridad», explica Rahman. «Muchos de estos puestos de trabajo han desaparecido; el desempleo está en su punto más alto, al igual que la inflación».

A esto se suman la falta de divisas y las sanciones, que hacen casi imposible la transferencia de dinero a Afganistán. Por esto, las organizaciones sociales tienen que recurrir a medios inusuales para que su ayuda llegue.