CANBERRA.— Las comunidades y los equipos de bomberos en Victoria, el segundo estado más poblado de Australia, se preparaban el jueves para enfrentar posibles incendios forestales devastadores, impulsados por una ola de calor acompañada de vientos erráticos que han generado las peores condiciones para incendios en varios años.
Con temperaturas de hasta 37 grados Celsius (99 grados Fahrenheit) y cambios de viento pronosticados durante toda la jornada, los líderes de bomberos han emitido serias advertencias a las comunidades rurales, instándolas a posponer desplazamientos o evacuar sus hogares hacia refugios seguros.
Actualmente, varios incendios permanecen fuera de control en el estado. Según el viceprimer ministro de Victoria, Ben Carroll, es probable que más fuegos se desaten en los próximos días.
«Hoy se están configurando condiciones peligrosas para incendios que persistirán hasta el sábado», afirmó en una rueda de prensa en Melbourne. «Nuevos incendios pueden surgir en cualquier lugar y volverse peligrosos en cuestión de minutos».
El incendio más grande, que aún no ha sido contenido, se encuentra en el Parque Nacional Grampians, donde ya ha devastado 55.000 hectáreas. Hasta ahora no se han reportado daños a viviendas, pero el comisionado de Gestión de Emergencias, Rick Nugent, advirtió que muchas propiedades cercanas al perímetro del incendio podrían estar en peligro. «No me sorprendería que eventualmente tengamos pérdidas residenciales», comentó. «Puedo asegurar que los bomberos están haciendo todo lo posible para proteger vidas y propiedades».
La Corporación de Radiodifusión Australiana informó que aproximadamente 100 bomberos de otros estados se han unido a las labores en Victoria, respaldados por decenas de aviones cisterna.
Los estados vecinos de Australia del Sur y Nueva Gales del Sur también se encuentran en alerta debido a la ola de calor y al alto riesgo de incendios. Estas condiciones, marcadas por calor extremo y sequedad, han sido comparadas con los incendios del «Verano Negro» de 2019-2020, que afectaron extensamente a Australia, destruyendo unos 104.000 kilómetros cuadrados, miles de viviendas y causando la muerte de 33 personas.