Convictos ucranianos toman armas para redimirse

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KIEV.— Artur Kachurosvki, como miles de prisioneros ucranianos, se unió al ejército para obtener un indulto y luchar contra los invasores rusos. Con 27 años y encarcelado por robo, ahora está en libertad condicional dentro de las fuerzas armadas y solo regresará a casa cuando termine la guerra. «

Puede que la vida allí me mejore, aunque sea un poco», dijo desde la prisión de Boryspil, cerca de Kiev, mientras espera ser desplegado.

Ucrania necesita soldados después de más de dos años de guerra contra Rusia y ha intensificado sus esfuerzos para aumentar sus tropas, incluyendo permitir que los presos combatan. Según el Ministerio de Justicia, unos 5.000 convictos han solicitado unirse al ejército tras la aprobación de una nueva ley en mayo, que excluye a los condenados por crímenes como violencia sexual, asesinato múltiple y corrupción grave.

Anteriormente, los líderes ucranianos se burlaban de las fuerzas rusas por reclutar presos para el grupo de mercenarios Wagner, comparándolos con la movilización de prisioneros de los gulags de Stalin. Ahora, aunque los funcionarios ucranianos evitan estos paralelismos, la analogía se extiende en las cárceles.

«Los prisioneros tomaron Bajmut. Desgraciadamente, no los de nuestro lado», comentó Kachurosvki, refiriéndose a la conquista de esa ciudad por las tropas de Wagner. Se estima que 40.000 prisioneros se unieron a Wagner, según datos de Estados Unidos, con la promesa de libertad si sobrevivían seis meses en el frente, y ejecución si desertaban.

Las autoridades ucranianas ofrecen mejores condiciones, como el derecho a retractarse de la solicitud o volver a prisión después del despliegue. Oleg Omelchuk, de 31 años, se retractó y decidió quedarse en prisión, explicando que «eres un convicto por encima de todo lo demás».

Volodimir Barandich, quien sirvió en el ejército antes de ser encarcelado por tráfico de drogas, está impaciente por regresar. Con 32 años y cubierto de tatuajes, defiende su inocencia y, mientras espera su momento, enseña nociones básicas de combate a sus compañeros. «Los ojos de la gente arden de impaciencia», dice.

La viceministra de Justicia, Olena Visotska, ve la guerra como una forma adecuada de hacer justicia, argumentando que no hay mejor manera de rehabilitar a alguien ante la sociedad que ayudando a las fuerzas armadas. Roman Kirichenko, vicecomandante del batallón de prisioneros de la 92ª brigada de asalto, alaba a sus soldados, afirmando que pueden «llevar a cabo tareas especializadas en áreas peligrosas».

Mikola Sukhotin, de 26 años y condenado por asesinato, se declara listo para el combate, destacando la fortaleza psicológica y la motivación de los prisioneros. Sin embargo, Vitali Kononenko, desplegado en la región de Donetsk tras 20 días de entrenamiento, difiere, diciendo que «no somos dioses de la guerra, solo gente normal que ha tropezado». Oleg Tsvili, de la ONG Protección para los Presos de Ucrania, afirma que el balance de los presos liberados para servir en el ejército es positivo en general, pero expresa preocupaciones sobre su trato por parte de algunos comandantes.

Kononenko, desilusionado por no poder ver a su familia antes de partir al frente y por el trato diferenciado que recibió durante el entrenamiento, ahora se enfoca en conseguir equipamiento para los otros 40 expresos de su grupo, empezando por un coche que funcione. «Tengo que sobrevivir, dar un giro a mi vida y demostrar que puedo lograr algo en el ejército», concluye.