JARTUM.- Al menos 10 personas murieron en manifestaciones que se extendieron por Sudán esta semana en medio del aumento de la ira pública por los crecientes precios del pan y el combustible y otros problemas económicos.
La decisión del gobierno de aumentar el precio de la barra de pan de una libra sudanesa a tres (de aproximadamente dos a seis centavos de dólar) provocó manifestaciones en todo el país el miércoles. Las protestas estallaron por primera vez en la ciudad oriental de Atbara, antes de extenderse a Gadarif, también en el este de Sudán, y luego a la capital, Jartum, y otras áreas.
Las autoridades declararon el jueves un estado de emergencia en la ciudad oriental de Gadarif, donde seis manifestantes murieron durante los enfrentamientos con la policía antidisturbios, dijo el legislador Al-Tayeb al-Amine Tah a la emisora local Sudania 24, sin proporcionar más detalles. También murieron dos manifestantes en la ciudad nororiental de Atbara, donde la policía lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes.
Las protestas en el sur del país continuaron el sábado con manifestantes que incendiaron la sede del gobierno en el sur de Gadarif. El ministro de Información de Sudán dijo el sábado que va a hacer lo que pueda para aliviar la situación económica y que los precios del pan bajarán.
El viernes, un portavoz del gobierno sudanés dijo que las protestas de los dos días anteriores fueron «tratadas de manera civilizada sin represión u oposición». «Las manifestaciones pacíficas fueron desviadas y transformadas por los infiltrados en actividades subversivas dirigidas a instituciones públicas y propiedades, destruyendo y quemando algunas oficinas centrales de la policía», dijo el portavoz a la agencia oficial de noticias de Sudán. «La crisis es conocida por el gobierno y está siendo tratada».
La ira ha aumentado en todo Sudán por el aumento de los costos del pan y el combustible y otras dificultades económicas, incluida la inflación y los límites en los retiros de dinero de los bancos. La economía del país ha luchado por recuperarse de la pérdida de las tres cuartas partes de su producción de petróleo, su principal fuente de divisas, desde que Sudán del Sur se separó en 2011, manteniendo la mayor parte de los campos petroleros.
Los problemas económicos del país se han exacerbado en los últimos años, incluso cuando Estados Unidos levantó sus sanciones comerciales de 20 años contra Sudán en octubre de 2017. Washington ha mantenido a Jartum en su lista de patrocinadores estatales del terrorismo, lo que impide que acceda a la ayuda financiera de instituciones como el FMI y el Banco Mundial.
El valor de la libra sudanesa se ha desplomado un 85 por ciento frente al dólar estadounidense este año, mientras que la inflación se disparó a casi el 70 por ciento en septiembre. En octubre, Sudán devaluó bruscamente su moneda de 29 libras por dólar a 47,5, después de que un grupo de bancos y cambistas establecieran el tipo de cambio del país. La medida llevó a nuevos aumentos de precios y una crisis de liquidez, mientras que la brecha entre las tasas oficiales y del mercado negro ha seguido aumentando.
La crisis económica es una de las pruebas más importantes que enfrenta el presidente Omar Hassan al-Bashir, quien tomó el poder en un golpe de estado en 1989. En los últimos meses, disolvió el gobierno, nombró a un nuevo gobernador del banco central y presentó un paquete de reformas, pero las medidas han contribuido poco a mejorar la situación.