La hora de la política en Argentina

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    Mario Alberto Perna



    Sí, es la hora de la política aunque, en el caso argentino, aquella deba cabalgar siempre sobre la economía tratando de domarla, si es que no quiere ser arrojada violentamente al costado del camino.

    Y esta verdad de perogrullo cobra sentido tras el desastre electoral en el que el presidente argentino Mauricio Macri se embarcó al forzar el sentido de unas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias -P.A.S.O.-, en la que ningún partido, movimiento o alianza política ponía en juego nada pero que el actual gobierno -en su pelea de fondo con el pasado representado por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner-,  potenció de tal modo erigiéndolas casi en una primera vuelta electoral, que en realidad se celebrarán el próximo 27 de octubre.

    Así una elección de carácter interno, para nominación de candidaturas, bajo un sistema electoral sui géneris muy propio de la Argentina, se erigió por errores propios de la administración Macri, en una gran encuesta nacional que después del 11 de agosto, desestabilizó al gobierno y al equilibrio de la economía de la Argentina, con millones de ciudadanos que hoy ponen su mirada en la cotización del dólar, en el indicador del Riesgo País y escuchan una pléyade de economistas que intentan explicar los desaguisados de sus pares en el ejercicio del poder a cargo del Ministerio de Hacienda o el Banco Central -de los que se fueron y de los que circunstancialmente están hoy-, en medio de un vendaval que amenaza con llevarse puesto al Gobierno y a la República.

    Otra vez los fantasmas de la hiperinflación, de la recesión, del default y cuantas tragedias económico-sociales ya han azotado a los ciudadanos de a pie como en 1985, 1989, 1991, 2001 y 2008 -por mencionar sólo las acontecidas desde el retorno de la democracia-,  vuelven a aparecer y a  sacudir al país, acarreando además una inestabilidad que impacta en sus socios del Mercosur –Brasil, Paraguay y Uruguay-, y que también pone en tensión las relaciones bilaterales de la Argentina con la administración Trump, quizá su principal aliado y que hace las veces de un pulmotor que vía el F.M.I., ha salido en auxilio de la gestión del Presidente Macri, aunque provocando taquicardia en el tejido social argentino que, por cuestiones culturales e históricas, siente profunda aversión sobre el citado organismo financiero internacional.

    Otra vez  en las calles y ciudades de la Argentina -como deudos unos de otros, deudos del ideal comunitario que habitan una Nación de desamparados, una comunidad de solos que no tiene quien la represente, como grafica a los argentinos Santiago Kovadloff-, se respira y percibe una sensación de estar nuevamente a la intemperie.

    A la intemperie y sintiendo que quien comanda el país está luego de las P.A.S.O, más perdido que Edward Smith -el capitán del Titanic-, tras la colisión con un iceberg aquella trágica noche del 14 de abril de 1912, aunque quizá todo su gobierno lo estuvo tras la jugada de la ex presidenta Cristina Fernández en mayo pasado, quien subliminalmente se corrió del escenario electoral colocando a su ex jefe de Gabinete Alberto Fernández como candidato presidencial, descolocando a propios y extraños.

    A comienzos del presente año, en el invierno europeo, sostuve en un medio español  que la suerte política de Macri estaba ligada irremediablemente a la mejora de las expectativas económicas y a polarizar la elección con la ex presidenta, mientras que la suerte de ésta iba ligada al deterioro de la situación socioeconómica.

    Promediando el año y de cara a las elecciones presidenciales de octubre, todo parece indicar que el empeoramiento de la situación socioeconómica y el corrimiento del escenario electoral por parte de la ex presidenta, están inclinando la balanza a su favor, en desmedro del afán reeleccionista de Macri.

    Pero más allá de cualquier resultado electoral, la crisis social es de tal magnitud que requiere más allá de medidas de coyuntura, una alta dosis de POLÍTICA, con mayúsculas, ante el empacho que provoca tanta economía y la ausencia total de la política, paradojicamente en medio de un proceso electoral donde se ponen en juego los principales liderazgos del país.

    Esa política que debe anteponer la organización de la convivencia como quehacer ordenado hacia el bien común que John Rawls lo definió como el establecimiento de ciertas condiciones generales que son de ventaja para todos.

    Ventaja para todos y no sólo para algunos que, en situaciones de crisis muestran sus rostros más miserables, casi haciendo gala de su condición de oportunistas, de buscas, de hienas acechando una presa que es la República, que es el colectivo social, que son los argentinos todos.

    En medio de la crisis, se llena el sendero de ventajeros y oportunistas, atajo que lleva a ninguna parte, mientras otros hacen gala de un onanismo mental y un narcisismo, narcotizando sus conciencias con declaraciones grandilocuentes que los muestran preocupados por la situación y promocionando soluciones de opereta, para quedar bien con el pueblo al que dicen representar, mientras millones de argentinos miran y se sienten absortos ante un nuevo colapso que golpea su dignidad.

    Tras las PASO y ante el descalabro económico y el consiguiente impacto en indicadores sociales de pobreza e indigencia se han   levantado a coro diversas voces proponiendo se declare la EMERGENCIA ALIMENTARIA NACIONAL.

    Desde Roberto Lavagna , ex ministro de economía en los primeros años del kirchnerismo y candidato presidencial por Consenso Federal, pasando por senadores y diputados nacionales como Daniel Arroyo  quien fuera Viceministro de Desarrollo Social de la Nación, por decenas de intendentes de diverso signo político en todo el país, hasta llegar a la Pastoral Social y la propia Conferencia Episcopal Argentina.

    No sorprende que todos alcen sus voces reclamando soluciones de emergencia en medio de una situación de crisis, sino que lo que resulta increíble radica en que ninguno se ha detenido a indagar con qué herramientas cuenta el Estado Argentino para hacer frente a la misma y todos proponen algo que ya existe como paliativo para superarla o, al menos,para morigerar sus consecuencias.

     

    República Argentina

    Estado de EMERGENCIA ALIMENTARIA NACIONAL

    Norma Fecha Vigencia
    Decreto DNU 108 15ENE2002 Hasta 31DIC2002
    Decreto DNU 1121 09MAY2003 Hasta 10DIC2003
    Decreto DNU 1069 13NOV2003 Hasta 31DIC2004
    Decreto DNU 1693 01DIC2004 Hasta 31DIC2005
    Ley 26077 22DIC2005 Hasta 31DIC2006
    Ley 26204 13DIC2006 Hasta 31DIC2007
    Ley 26339 12DIC2007 Hasta 31DIC2008
    Ley 26456 10DIC2008 Hasta 31DIC2009
    Ley 26563 25NOV2009 Hasta 31DIC2011
    Ley 26729 21DIC2011 Hasta 31DIC2013
    Ley 26896 09OCT2013 Hasta 31DIC2015
    Ley 27200 28OCT2015 Hasta 31DIC2017
    Ley 27345 14DIC2016 Hasta 31DIC2019

    Fuente: GMB en base a datos del Sistema INFOLEG- Ministerio de Justicia – RA

    Desde el 15 de Enero de 2002, conforme se desprende de la tabla incorporada precedentemente, tras la crisis de diciembre de 2001 que significó el final abrupto del gobierno de Fernando De la Rúa, la Argentina está en estado de EMERGENCIA ALIMENTARIA NACIONAL, que incluso rige (por prórrogas sucesivas dictadas en algunos casos por medidas de excepcionalidad del Poder Ejecutivo Nacional mediante decretos de necesidad y urgencia, y en otros casos por prórrogas dispuestas por el Congreso de la Nación Argentina), hasta el 31 de Diciembre de 2019.

    Es decir,  hace más de 17 años que está en vigencia dicha emergencia y además -entre otras- la Emergencia Sanitaria Nacional y la Emergencia Ocupacional Nacional, sin solución de continuidad, a pesar de los diferentes gobiernos que han pasado hasta la fecha.

    Ante la situación crítica que atraviesa la Argentina, es hora de sumar desde y con las herramientas con que cuenta el país, desde aquella atalaya con la que John F. Kennedy interpeló a su pueblo cuando sostuvo: “…no preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.

    Les ha llegado a los argentinos la hora de asumir ese interrogante y de actuar, poniéndose la Patria al hombro.

    Hace poco más de ochenta años, en una serie de conferencias que dio en Buenos Aires en 1939, José Ortega y Gasset dijo“¡¡¡Argentinos!, ¡a las cosas, a las cosas!!!Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos…”

    Por eso es la hora de la política, de la política como vocación en orden al bien común y de la política como acción, que requiere diluir esas cuestiones previas personales o sectoriales propia de tiempos electorales, pensando y actuando en función de la República.

    Es hora de que la política se ocupe de la Argentina, de esos miles y miles que la están pasando muy mal, atendiendo eso que es urgente, pero sin descuidar lo necesario para rescatar y re encauzar la República.

    Para el caso argentino -parafraseando a James Carville, ese genial estratega que en 1992 contribuyó al cambio de mando en la administración de los EEUU-, es la política, estúpido! . Justamente, en medio de la peor crisis económica, es hora de más POLÍTICA en la Argentina.

    Mario Alberto Perna es Politólogo, Académico y Profesor de diversas universidades en Europa y América Latina, Analista y Consultor Político