DAMASCO.— Entre 2019 y 2021, el régimen autoritario de Siria llevó a cabo una operación secreta para trasladar decenas de miles de cuerpos desde la fosa común de Qutayfah, que había quedado expuesta, hacia un sitio oculto en el desierto al este de Damasco. El objetivo de la reinhumación clandestina era ocultar pruebas de atrocidades mientras Bashar al-Assad intentaba recuperar legitimidad internacional.
Una investigación de Reuters reveló que el gobierno de Assad desarrolló una operación encubierta de dos años para transportar miles de cadáveres desde una de las fosas comunes más grandes conocidas en Siria hacia una ubicación secreta en el desierto, a más de una hora de distancia.
La conspiración, dirigida por el ejército del presidente Bashar al-Assad, consistió en excavar la fosa común de Qutayfah y crear una enorme segunda fosa en el desierto, cerca del pueblo de Dhumair, algo que hasta ahora no se había reportado.
Para localizar el sitio de Dhumair y documentar la magnitud de la operación, Reuters entrevistó a 13 personas con conocimiento directo del traslado, revisó documentos oficiales relacionados y analizó cientos de imágenes satelitales tomadas durante varios años de ambas fosas.
La operación, bautizada “Mover la Tierra” (Operation Move Earth), se llevó a cabo entre 2019 y 2021. Su propósito, según los testigos, era encubrir los crímenes del gobierno de Assad y mejorar su imagen ante el mundo.

Reuters informó al gobierno del presidente Ahmed al-Sharaa sobre los hallazgos el martes, pero las autoridades no respondieron a las preguntas. La agencia no reveló la ubicación exacta de la nueva fosa para evitar posibles manipulaciones del sitio. Un próximo informe especial detallará cómo se llevó a cabo la operación y cómo los periodistas lograron exponerla.
Con al menos 34 zanjas que suman unos 2 kilómetros de largo, la fosa en el desierto de Dhumair es una de las más extensas creadas durante la guerra civil siria, según Reuters. Los testimonios y las dimensiones del sitio sugieren que decenas de miles de personas podrían estar enterradas allí.
El régimen de Assad comenzó a enterrar cuerpos en Qutayfah alrededor de 2012, en las primeras etapas de la guerra civil. La fosa contenía cadáveres de soldados y prisioneros muertos en las cárceles y hospitales militares del dictador, según los testigos.
Un activista de derechos humanos sirio reveló la existencia de Qutayfah en 2014, al publicar fotografías en medios locales que mostraban su ubicación general en las afueras de Damasco. Su localización exacta se conoció años después, mediante testimonios judiciales y reportes periodísticos.
Entre febrero de 2019 y abril de 2021, seis a ocho camiones cargados de tierra y restos humanos viajaban casi todas las noches desde Qutayfah hacia el desierto de Dhumair, según los testigos. Reuters no pudo confirmar si llegaron cuerpos desde otros lugares ni encontró documentos oficiales que mencionaran la “Operación Mover la Tierra” o las fosas comunes.
Todos los involucrados recordaron con claridad el olor insoportable, incluidos dos camioneros, tres mecánicos, un operador de topadora y un exoficial de la Guardia Republicana de Assad, que participó desde los inicios del traslado.
El exdictador Assad, que actualmente se encuentra en Rusia, y varios oficiales militares identificados por los testigos como responsables clave, no pudieron ser contactados. Tras la caída del régimen a fines del año pasado, Assad y muchos de sus colaboradores huyeron del país.
Según el exoficial de la Guardia Republicana, la idea de mover los cuerpos surgió a fines de 2018, cuando Assad estaba a punto de consolidar su victoria en la guerra civil. El dictador buscaba recuperar reconocimiento internacional tras años de sanciones y acusaciones de brutalidad. En ese momento, ya se lo acusaba de detener a miles de sirios, aunque ningún grupo independiente ni organismo internacional tenía acceso a las prisiones ni a las fosas comunes.
Dos camioneros y el mismo oficial dijeron a Reuters que los comandantes militares les explicaron que el propósito era vaciar la fosa de Qutayfah y eliminar las pruebas de ejecuciones masivas.
Cuando Assad cayó, las 16 zanjas documentadas por Reuters en Qutayfah ya habían sido vaciadas.
Más de 160.000 personas desaparecieron en el vasto aparato de seguridad del derrocado dictador y se cree que están enterradas en decenas de fosas comunes, según organizaciones de derechos humanos sirias. Excavaciones organizadas y análisis de ADN podrían ayudar a esclarecer lo ocurrido y aliviar una de las heridas más profundas del país.
Sin embargo, con escasos recursos, incluso las fosas más conocidas permanecen sin protección ni excavación. Los nuevos líderes de Siria, que derrocaron a Assad en diciembre, no han divulgado información sobre las víctimas, pese a los reclamos de los familiares.
El ministro sirio de Gestión de Emergencias y Desastres, Raed al-Saleh, afirmó que la magnitud del número de víctimas y la necesidad de reconstruir el sistema judicial dificultan el trabajo. La nueva Comisión Nacional para Personas Desaparecidas anunció planes para crear un banco de ADN y una plataforma digital centralizada para las familias, además de la formación urgente de expertos en medicina forense y análisis genético.
“Hay una herida que sigue sangrando mientras haya madres esperando hallar la tumba de sus hijos, esposas esperando la de sus maridos y niños esperando la de sus padres”, declaró al-Saleh al medio semioficial al-Watan a fines de agosto.
Mohamed Al Abdallah, director del Centro de Justicia y Rendición de Cuentas de Siria, una organización dedicada a investigar crímenes de guerra y buscar desaparecidos, advirtió que traslados caóticos de cuerpos como el de Qutayfah a Dhumair son desastrosos para las familias.
“Reconstruir los restos y devolverlos completos a sus familias será extremadamente complicado”, dijo Al Abdallah al conocer los hallazgos de Reuters. Aun así, calificó la creación de la nueva comisión como un paso positivo del nuevo gobierno.
“Tiene apoyo político, pero todavía carece de recursos y especialistas”, añadió.
Los conductores, mecánicos y demás trabajadores que participaron en el traslado aseguraron que hablar en ese momento significaba una sentencia de muerte.
“Nadie desobedecía las órdenes”, dijo uno de los camioneros. “Podías terminar en los mismos agujeros”.
