BRASILIA.— El presidente brasileño, Lula, está llevando a cabo una estrategia diplomática para alejarse de los discursos hostiles hacia China y posicionarse como un actor global de primer orden.
A pesar de tener pocas posibilidades de conseguirlo, Brasil sigue insistiendo en tener un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU y busca unirse al club de los grandes, como la OCDE, para liderar lo que antes se conocía como el Tercer Mundo.
Además, Brasil intenta resucitar los BRICS, el heterogéneo club de los grandes países en desarrollo, que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
En esta estrategia diplomática, Lula también busca posicionarse como mediador en la guerra de Ucrania. Brasil tiene una posición ambigua sobre el conflicto, pero Lula intenta presentar su plan de mediación para la paz en Ucrania durante su visita a China y establecer relaciones con Rusia sin dar la espalda a Estados Unidos, la Unión Europea y el bloque occidental.
Si Brasil propone una solución articulada con otras potencias, especialmente China, podría salir reforzada en la escena internacional.
La economía también es una parte importante de la visita de Lula a China, ya que China es el mayor socio comercial de Brasil. El mercado chino representa más de un tercio de las exportaciones brasileñas, y Brasil es uno de los pocos países que vende más a China de lo que le compra, gracias principalmente a la soja y la carne de vacuno.
Además, Brasil podría unirse a las «Nuevas Rutas de la Seda» y llegar a un acuerdo sobre semiconductores con China, esenciales para la fabricación de chips electrónicos.
Por último, China y Brasil han firmado un fundamental acuerdo para comerciar entre sí en reales y yuanes, lo que significa prescindir del dólar.
Esto puede ser visto como una burla hacia Estados Unidos, pero también como una forma de contrarrestar la volatilidad del dólar desde el comienzo de la pandemia del Covid-19 y evitar los costes de transacción de divisas en el comercio bilateral entre China y Brasil.
