BEIRUT.- Líbano vive día número 11 de protestas contra el Gobierno, las mayores en una década, sin que se pueda ver una salida cercana al conflicto.
Carreteras cortadas, barricadas, enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y manifestantes, bancos y comercios cerrados son parte del paisaje durante el fin de semana. El movimiento protesta indignado por la corrupción, la gestión económica y las deficiencias en los servicios públicos.
El 17 de octubre, el gabinete de ministros libanés anunció su intención de tasar las llamadas gratuitas de servicios de mensajería como WhatsApp, esa fue el detonante de las manifestaciones, que han dejado hasta hoy cientos de miles de heridos.
Si bien, la medida fue retirada, esta se convirtió en la punta del iceberg de una sociedad que se declara agotada de la corrupción de la clase gobernante y la mala administración de las finanzas estatales, lo que empujó al país a un colapso económico que no se veía desde la guerra civil que finalizó en el 1990.
Once días lleva el Líbano paralizado: bancos, escuelas y locales comerciales permanecen cerrados, algunas infraestructuras destruidas y una multitud que ha saldo a marchar todos los días, originando el cierre de carreteras pese a los esfuerzos del Ejército por desbloquearlas.
El líder de Hezbolá, respaldado por Irán, advirtió el viernes pasado que el país afronta un vacío de poder e instó a sus seguidores a mantenerse alejados de las protestas, después de que se enfrentaran con sus detractores en la capital libanesa.
Según el Banco Mundial, un cuarto de los libaneses vive en la pobreza, sin agua potable ni electricidad, y la situación económica continúa degradándose en el país, cuya deuda esta estimada en 86.000 millones de dólares. Esta representa un 150% del PIB y es una de las más altas del mundo.