RIAD.— Cientos de miles de musulmanes afluyeron a la ciudad saudita de La Meca para la gran peregrinación anual del islam, ensombrecida en esta ocasión por la guerra en Gaza.
Aunque los ritos oficiales del hach no comienzan hasta el viernes, en la Gran Mezquita de La Meca, numerosos fieles vestidos de blanco ya han empezado a dar vueltas alrededor de la Kaaba, la estructura cúbica negra en dirección a la que rezan todos los musulmanes.
«Es magnífico», dijo Mariam Comate, una mujer de 48 años llegada de Abiyán, en Costa de Marfil. «Cuando vi la Kaaba por primera vez, me quedé estupefacta», comentó.
Según las autoridades saudíes, unos 1,2 millones de personas ya han llegado del extranjero a la ciudad santa del islam, donde se prevén temperaturas medias de unos 44 ºC en los próximos días.
La peregrinación a La Meca es uno de los cinco pilares del islam que todo fiel debe realizar al menos una vez en su vida si dispone de los medios.
Este año, esta celebración anual queda ensombrecida por la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, estallada en octubre con el ataque sin precedentes del movimiento islamista palestino contra el sur del Estado hebreo.
Este conflicto «suscita mucha ira en el mundo musulmán» y puede generar expresiones de solidaridad que no serán del agrado de Riad, señala Umer Karim, experto en política saudita de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido.
La monarquía saudita anunció esta semana que acogerá como peregrinos a 1.000 familiares de víctimas de la guerra, elevando a 2.000 el número total de palestinos que estarán en La Meca.
Pero al mismo tiempo, el ministro encargado de este evento, Tawfiq al-Rabiah, advirtió que «ninguna actividad política» será tolerado en el hach, que debe estar consagrado únicamente a la plegaria.
A diferencia de otros países musulmanes, Arabia Saudita nunca ha reconocido a Israel, pero la normalización de sus relaciones estaba sobre la mesa antes de la guerra.
Incluso, después del ataque del 7 de octubre y la ofensiva de represalia israelí, Riad sigue discutiendo con Washington un eventual reconocimiento, ahora condicionado a la creación de un Estado palestino.
Las autoridades intentarán «controlar la difusión de cualquier mensaje o manifestación política» que pueda descontrolarse y girarse contra el liderazgo saudita, estima Umer Karim.
El hach es una fuente de legitimidad para los dirigentes sauditas, cuyo soberano ostenta el título de «guardián de las dos santas mezquitas» en La Meca y en Medina.
Y quieren que el hach «siga siendo una plataforma para hacer valer su legitimidad en el mundo musulmán», asegura el opositor saudita instalado en Londres, Madawi al-Rasheed.
En 2023, más de 1,8 millones de musulmanes participaron en el hach. Un 90% llegaron del extranjero, esencialmente de países asiáticos y del mundo árabe.
La acogida de tantos fieles en espacios reducidos es una «proeza logística», señala el profesor de la Universidad de Princeton, Bernard Haykel.
Las autoridades han implementado sistemas para gestionar las multitudes y evitar incidentes como el ocurrido en 2015, cuando una enorme estampida dejó 2.300 muertos.
También aplican procesos para reducir los riesgos sanitarios, dado que La Meca ha sido «históricamente un lugar de transmisión de enfermedades entre personas llegadas de distintas partes del mundo», explica Haykel.
Pero uno de los principales riesgos para los fieles, que llevan a cabo la mayoría de ritos en lugares abiertos, debe ser el clima de una de las regiones más calurosas del mundo.
El año pasado, más de 2.000 peregrinos sufrieron problemas sanitarios vinculados al calor, desde simples calambres a afectaciones cardiovasculares graves, según las autoridades sauditas.