WASHINGTON.— El encuentro del presidente sirio Ahmed al-Sharaa con el presidente estadounidense Donald Trump este lunes en la Casa Blanca representa el cierre de un año sorprendente para el exlíder rebelde que derrocó a un régimen autoritario de décadas y ha recorrido el mundo buscando poner fin al aislamiento internacional de Siria.
Trump recibirá a Sharaa en la primera visita de un presidente sirio a la Casa Blanca, seis meses después de su primer encuentro en Arabia Saudita y apenas días después de que Washington anunciara que el exmiembro de Al Qaeda ya no figura como “Terrorista Global Especialmente Designado”.
Sharaa, de 42 años, llegó al poder el año pasado después de que sus combatientes islamistas lanzaran una ofensiva relámpago desde su enclave en el noroeste de Siria y derrocaran al entonces presidente Bashar al-Assad el 8 de diciembre.
Desde entonces, el realineamiento regional de Siria ha avanzado a un ritmo vertiginoso, alejándose de los aliados históricos de Assad —Irán y Rusia— y acercándose a Turquía, los países del Golfo y Estados Unidos.
Seguridad y reconfiguración regional
La seguridad será uno de los principales temas del encuentro.
Washington está mediando negociaciones entre Siria e Israel sobre un posible pacto de seguridad, y según Reuters, planea establecer una presencia militar en una base aérea cercana a Damasco.
Siria también se incorporaría formalmente a la coalición liderada por Estados Unidos contra el Estado Islámico, anuncio que podría concretarse durante la reunión en la Casa Blanca.
El último obstáculo: las sanciones
Días antes del encuentro, Trump aseguró ante la prensa que “se ha avanzado mucho” en el caso sirio.
“Creo que Sharaa está haciendo un muy buen trabajo. Es un vecindario difícil y él es un tipo duro, pero nos llevamos muy bien”, afirmó el mandatario.
Tras la reunión de ambos en Riad en mayo, Trump anunció su intención de levantar todas las sanciones contra Siria.
Sin embargo, las medidas más severas —las incluidas en la Ley César de Sanciones— solo pueden revocarse mediante el Congreso. La Casa Blanca y el Departamento de Estado respaldan hacerlo antes de que termine 2025, aunque los analistas advierten que el actual cierre del gobierno federal podría retrasar ese calendario.
Sharaa planea insistir en la eliminación total de las sanciones, un paso que —según su equipo— ayudaría a atraer inversión global en un país devastado por 14 años de guerra, cuya reconstrucción, según el Banco Mundial, requerirá más de 200.000 millones de dólares.
Tensiones internas y desafíos políticos
La cohesión social en Siria se ha visto nuevamente puesta a prueba. Nuevos brotes de violencia sectaria han dejado más de 2.500 muertos desde la caída de Assad, reabriendo heridas de guerra civil y poniendo en duda la capacidad del nuevo gobierno para gobernar de forma inclusiva.
La transformación de Sharaa es tan sorprendente como la de su país. Se unió a Al Qaeda en Irak durante la invasión estadounidense de 2003 y pasó varios años preso en cárceles estadounidenses antes de regresar a Siria para unirse a la insurgencia contra Assad.
En 2013, Estados Unidos lo designó como terrorista bajo el nombre de guerra Abu Mohammad al-Golani, por sus vínculos con Al Qaeda. En 2016, rompió con el grupo y consolidó su poder en el noroeste sirio.
Washington retiró en diciembre la recompensa de 10 millones de dólares por su captura y, la semana pasada, el Consejo de Seguridad de la ONU levantó las sanciones antiterroristas contra él y su ministro del Interior, Anas Khattab.
Tras esa decisión, Reino Unido y Estados Unidos también eliminaron sus sanciones y las designaciones de “terroristas globales”.
“La visita de Sharaa a Washington simboliza el cambio drástico en curso: Siria pasó de ser un satélite iraní a incorporarse al bloque liderado por Estados Unidos, y Sharaa de ser un terrorista buscado a un socio en la guerra contra el terrorismo”, explicó Firas Maksad, director para Medio Oriente y África del Norte del grupo Eurasia, con sede en Nueva York.
Maksad advirtió, sin embargo, que “aún pueden surgir muchos riesgos en este experimento incipiente” y que persisten graves dudas sobre los derechos de las minorías y las libertades individuales.
“Pero la primera visita de un presidente sirio a Washington es, sin duda, un momento de esperanza de que Siria está en el camino correcto”, concluyó.
