ITAÍ.- Los agricultores brasileros están atentos a las tendencias mundiales, entre ellas la tensión comercial creciente entre Estados Unidos y China y el persistente exceso de azúcar en el mercado. Varios han desarmado sus campos de caña y abandonado contratos con empresas azucareras locales para darle paso a la producción de soja.
Esto se debe a que los compradores chinos han apuntado a la soja suramericana luego de que Pekín impartiera una serie de aranceles a los granos estadounidenses. Los agricultores han experimentado el precio históricamente más alto por la soja.
Los cambios en los flujos comerciales están redefiniendo el paisaje brasileño. Las plantaciones de soja en el gigante suramericano se han expandido en 2 millones de hectáreas en dos años, un área del tamaño de Nueva Jersey, mientras que la tierra usada para la caña se redujo en casi 400.000 hectáreas, según datos oficiales.
La creciente demanda de carne de China ha sobrecargado las importaciones de soja para alimentación animal. El gigante asiático pagó US$20.300 millones en 2017 por 53,8 millones de toneladas de soja de Brasil, casi la mitad de su producción, y más del doble que los 22,8 millones de toneladas de 2012.
El mercado espera un nuevo arancel del 25% que impuso Pekín a la oleaginosa importada desde Estados Unidos y que este impulse las exportaciones de soja de Brasil a un récord histórico este año.
Las ventas brasileñas de soja a China aumentaron a casi 36 millones de toneladas en la primera mitad de 2018, un 6% más que hace un año. El auge de los granos brasileños ha puesto al país a competir con Estados Unidos como el principal productor de soja del mundo este año, después de haber superado las exportaciones estadounidenses en los últimos cinco años.