PEKÍN.— En el corazón de la región china de Lintong, en Xi’an, provincia de Shaanxi, se encuentra el antiguo sepulcro del primer emperador de China, Qin Shi Huang, un enigmático mausoleo con una antigüedad de 2.200 años.
A pesar del paso del tiempo, este lugar sigue siendo un enigma para los arqueólogos, quienes muestran reticencia a abrirlo debido a la posibilidad de trampas mortales que podrían estar ocultas en su interior.
Este mausoleo, perteneciente al emperador que gobernó entre el 221 y el 210 a.C., marcando el primer periodo de unificación de China, se halla custodiado por el renombrado Ejército de Terracota, un conjunto impresionante de esculturas destinado a proteger al emperador en su vida más allá de la muerte.
Aunque se han investigado diferentes áreas de esta necrópolis, la tumba en sí permanece intacta, ya que los arqueólogos temen que una excavación inapropiada pueda dañarla de forma irremediable, lo cual resultaría en la pérdida de valiosa información histórica. Las técnicas arqueológicas actuales, cuando son invasivas, conllevan un alto riesgo de causar daños irreparables, por lo que se ha decidido mantenerla sellada.
La historia de la desafortunada excavación de la antigua ciudad de Troya en la década de 1870 por parte de Heinrich Schliemann sirve como un ejemplo de las posibles consecuencias de llevar a cabo prácticas arqueológicas apresuradas e inexpertas.
Sin embargo, además de los potenciales daños asociados a una excavación precipitada, los arqueólogos también tienen inquietud ante los rumores de trampas mortales que podrían poner en peligro a los intrusos curiosos. Estos rumores están basados en el relato del antiguo historiador chino Sima Qian, quien alrededor de un siglo después de la muerte del emperador mencionó posibles dispositivos de seguridad ocultos en el interior de la tumba.
Se cree que los artesanos crearon dispositivos de ballestas y flechas listos para disparar contra cualquier intruso, así como un sistema elaborado de mercurio que simulaba ríos y mares, diseñado para fluir de manera mecánica.
«Se construyeron palacios y torres escénicas para cien funcionarios, y la tumba se llenó de artefactos raros y tesoros maravillosos. Se ordenó a los artesanos que fabricaran ballestas y flechas preparadas para disparar a cualquiera que entrara en la tumba. Se utilizó mercurio para simular los cien ríos, el Yangtsé y el Amarillo, y el gran mar, y se puso a fluir mecánicamente», expone el texto, según lo reportado por IFL Science.
A pesar de que algunos científicos consideran estos relatos como elementos fantasiosos, un estudio llevado a cabo en 2020 descubrió concentraciones significativamente elevadas de mercurio en las proximidades de la tumba, lo cual respalda los registros históricos que indican que nunca ha sido saqueada ni abierta.
Se cree que Qin Shi Huang, un emperador de carácter decidido y ambicioso que estaba obsesionado con la búsqueda de la inmortalidad, llegó a ingerir mercurio, lo que posiblemente contribuyó a su fallecimiento a la edad de 49 años, según informes de la BBC.
Por el momento, la tumba de Qin Shi Huang permanece sellada, resguardando sus secretos. No obstante, con los avances científicos actuales, es posible que en el futuro se puedan desvelar de manera segura los enigmas que han permanecido intactos durante más de dos milenios.