BAGDAD.- El erudito religioso chiíta más importante de Irak se unió el miércoles a un coro de críticas dirigidas al presidente Donald Trump, quien dijo que las tropas estadounidenses deberían permanecer en el país para vigilar al vecino Irán.
El gran ayatolá Ali al-Sistani dijo que Irak aspira a tener «relaciones buenas y equilibradas» con todos sus vecinos «basados en intereses mutuos y sin intervención en asuntos internos».
Irak «rechaza ser una plataforma de lanzamiento para dañar a cualquier otro país», comunicó durante una reunión con la enviada de la ONU a Irak, Jeanine Hennis-Plasschaert, en la base del líder musulmán en Najaf.
Tanto el presidente como el primer ministro de Irak respondieron esta semana a las declaraciones de Trump ante los medios de comunicación de Estados Unidos que indican que las fuerzas estadounidenses deben permanecer en una base en Irak para que Washington pueda «observar a Irán».
Al parecer, Trump se refería a la base aérea de Al-Asad en el oeste de Irak, donde realizó una breve visita a las tropas en diciembre. La base alberga soldados estadounidenses pero pertenece al ejército iraquí.
Los comentarios enojaron a los políticos iraquíes y a las facciones respaldadas por Irán y aumentaron aún más las preocupaciones en Irak sobre las intenciones a largo plazo de Washington, particularmente después de que anunciara que retirará sus tropas de Siria.
El primer ministro Adel Abdul-Mahdi, en su conferencia de prensa semanal el martes, le recordó a Trump que no hay bases estadounidenses en Irak y dijo que no acepta la idea de que su país se convierta en un escenario para luchar contra un país vecino. Llamó a Trump a retractarse de sus declaraciones.
El presidente iraquí, Barham Saleh, dijo el lunes que Trump no pidió permiso para usar el territorio iraquí para vigilar a Irán, y agregó que la Constitución de Irak prohíbe el uso del país como base para amenazar los intereses o la seguridad de los países vecinos.
Las fuerzas estadounidenses se retiraron de Irak en 2011, pero regresaron en 2014 por invitación del gobierno para ayudar a combatir a Estado Islámico, después de que éste se apoderara de vastas áreas en el norte y oeste del país, incluyendo la segunda ciudad más grande, Mosul. Una coalición liderada por Estados Unidos proporcionó un apoyo aéreo crucial cuando las fuerzas iraquíes se reagruparon y expulsaron a ISIS a través de una costosa campaña de tres años.
Ahora, después de derrotar a los combatientes terroristas en sus últimos bastiones urbanos, los políticos iraquíes y los líderes de las milicias están hablando cada vez más en contra de la presencia continua de las fuerzas estadounidenses en suelo iraquí. Algunos legisladores están trabajando en un proyecto de ley que pide la retirada de más de 5.000 soldados estadounidenses del país.