SANTIAGO.— Chile acelera su esfuerzo por retomar el liderazgo en la producción de litio, pero la explotación a gran escala de este metal amenaza los delicados ecosistemas de los salares del norte, que son fundamentales para pequeñas comunidades indígenas. En el «Triángulo del litio» que abarca Chile, Argentina y Bolivia, los salares de Aguilar y La Isla están en plena exploración.
A más de 3.400 metros de altitud, en Aguilar, las temperaturas pueden bajar a -3ºC y los vientos superar los 40 km/h. En La Isla, situada a 15 km y 1.000 metros más arriba, el clima es aún más severo. Con la llegada del invierno austral, la Empresa Nacional de Minería (Enami) trabaja contrarreloj. «Perforamos día y noche para acelerar el proceso», comentó Iván Mlynarz, vicepresidente ejecutivo de Enami.
Las perforadoras extraen muestras de salmuera y fragmentos del pozo, los cuales son enviados a laboratorios para medir la concentración de litio. El estudio se completará en octubre, y en marzo se anunciará el nuevo socio del proyecto, con la producción de litio planificada para iniciar en 2030.
El proyecto Altoandinos de Enami, que incluye también el salar Grande, podría aportar 60.000 toneladas anuales de litio, una parte crucial del plan de Chile para recuperar su liderazgo mundial mediante asociaciones público-privadas. Australia superó a Chile en 2016, extrayendo litio de rocas en lugar de salmuera. Actualmente, Australia produce el 43% del litio mundial, mientras que Chile produce el 34%.
El gobierno de Gabriel Boric planea también ampliar la producción en el salar de Atacama, con un acuerdo reciente entre la estatal Codelco y la privada SQM. Esta alianza podría sumar unas 300.000 toneladas de litio entre 2025 y 2030, aumentando significativamente la producción chilena, que en 2022 fue de 243.000 toneladas anuales. Chile tiene las mayores reservas de litio del mundo (41%), y el litio representó el 5,3% de sus exportaciones en 2022, en comparación con el 45% del cobre.
La extracción de litio en Chile se realiza mediante la evaporación de salmuera en estanques, un proceso que consume grandes cantidades de agua de los salares y pone en riesgo especies endémicas como flamencos, vicuñas, guanacos y chinchillas, además de generar grandes desechos salinos. Las extensas piscinas de evaporación crean espejos de agua que pueden ser mortales para las aves. «Los salares de Atacama son refugios de diversa vida andina, no minas», advierte Cristina Dorador, profesora de la Universidad de Antofagasta.
Estas áreas también son hogar de indígenas colla, que temen que la explotación de litio destruya su entorno. «Es querer exterminar la poca biodiversidad que nos queda», dice Cristopher Castillo, miembro de una comunidad colla. Los colla, unos 20.000 en todo Chile, se ven obligados a abandonar sus tierras debido a la falta de agua. «Si secamos los salares, dejará de llover y nevar, afectando toda la biodiversidad», añade Castillo.
En Aguilar y La Isla, en Diego de Almagro, a 800 km al norte de Santiago, el campamento de Enami emplea a unas 50 personas que trabajan en turnos de 14 días. Duermen en carpas y soportan el frío y el viento. «Los resultados del litio han sido muy favorables», comenta Cristhian Moreno, jefe del campamento. Enami ha iniciado consultas con las comunidades indígenas para negociar las condiciones de explotación, y prevé migrar a una técnica de «extracción directa» que reduciría el uso de agua y la superficie ocupada.