WASHINGTON.- El tablero geopolítico vuelve a moverse con fuerza. A finales de octubre, durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Corea del Sur, Donald Trump y Xi Jinping mantendrán un encuentro que promete ser mucho más que una negociación comercial. Según confirmaron fuentes cercanas a ambos gobiernos, la reunión incluirá un tema explosivo: el futuro político y militar de Venezuela.
La Casa Blanca, en paralelo, mantiene activo un despliegue militar de gran escala en el Caribe Sur —una demostración de fuerza que, en apariencia, busca combatir el narcotráfico, pero que según analistas apunta al corazón del régimen de Nicolás Maduro—. Sin embargo, la viabilidad de cualquier acción directa estadounidense depende, en buena medida, del grado de consentimiento que otorgue Pekín.
Una operación quirúrgica con sello estadounidense
De acuerdo con el exvicepresidente y analista argentino Carlos Ruckauf, el cerco sobre Caracas es “militar, tecnológico y jurídico”. Habla de un operativo sin precedentes desde la caída de Noriega en Panamá, integrado por destructores misilísticos, drones Reaper, aviones F-35 y un submarino nuclear.
Al frente, el Iwo Jima, un buque insignia que actúa como plataforma para una intervención limitada: capturar a las cabezas del llamado “cártel de los Soles”, red que Washington acusa de entrelazar narcotráfico, corrupción y lavado de activos a escala continental.
“Maduro está rodeado”, sostiene Ruckauf. Pero aclara que la estrategia no busca una invasión clásica. “El objetivo es judicial: obtener pruebas, provocar declaraciones, desarmar la red criminal desde arriba.”
La operación, según sus palabras, replica la metodología usada contra Osama Bin Laden, aunque con un matiz central: en este caso no se busca eliminar, sino interrogar y exponer.
El silencio de Pekín y Moscú
Fuentes diplomáticas aseguran que la conversación entre Trump y Vladímir Putin en Alaska, a mediados de agosto, allanó el terreno. El Kremlin aceptó no interferir mientras se respeten sus intereses estratégicos en el país caribeño, especialmente en materia petrolera y de defensa.
China, por su parte, optó por una prudencia calculada. Si bien mantiene fuertes lazos financieros con Caracas —incluyendo préstamos garantizados con petróleo—, Xi Jinping comparte la preocupación por el avance del crimen organizado transnacional. En las conversaciones previas a la cumbre de Seúl, los equipos de ambos líderes habrían coincidido en que el tráfico de drogas y fentanilo constituye una amenaza común.
La petición estadounidense a Pekín es concreta: frenar las redes chinas que abastecen de precursores químicos a los cárteles mexicanos. A cambio, Washington podría ofrecer un margen de maniobra diplomático sobre el Caribe y Asia Pacífico. “La señal china será determinante”, explican los analistas. “Sin su consentimiento tácito, no habrá movimiento en Venezuela.”
La dimensión política del “cártel-Estado”
El “cártel de los Soles” —dirigido, según informes de inteligencia, por el propio Nicolás Maduro junto a Diosdado Cabello y altos mandos militares— se ha convertido en el epicentro del esquema de poder chavista. Su influencia se extiende desde Caracas hasta Europa, con ramificaciones en España, México y Colombia.
El “Delcygate”, todavía bajo investigación judicial en Madrid, expuso una red de complicidades políticas. En 2020, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez aterrizó en Barajas pese a tener prohibido su ingreso al espacio Schengen. Cuatro años después, la Guardia Civil española confirmó que el entonces presidente Pedro Sánchez fue notificado de su llegada y autorizó el ingreso de sus maletas diplomáticas, cuyo contenido aún es un misterio.
En paralelo, el exmandatario José Luis Rodríguez Zapatero enfrenta una investigación en Estados Unidos por presuntos vínculos con el régimen chavista. “Europa empieza a reconocer que lo que hay en Caracas no es un gobierno, sino una estructura criminal con protección política”, apunta Ruckauf.
Un efecto dominó en la región
La presión también salpica a Colombia. La pérdida de la certificación antidrogas de Bogotá ante Washington golpea directamente a Gustavo Petro, acusado por exintegrantes de su entorno familiar de haber recibido dinero del narcotráfico durante su campaña. En la administración estadounidense ya circulan comparaciones con el caso de Ernesto Samper, sancionado por Bill Clinton en 1996, tras revelarse su vínculo con el cartel de Cali.
Fuentes en Washington sostienen que una eventual acción contra Venezuela podría incluir sanciones regionales y la creación de un corredor marítimo bajo control estadounidense para bloquear flujos de drogas y armas.
Trump busca su momento
A menos de un año de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Trump parece decidido a proyectar liderazgo global. Un éxito diplomático —o incluso judicial— sobre Maduro podría servirle tanto en el frente interno como en su disputa estratégica con China.
Pero en esta nueva Guerra Fría del siglo XXI, el movimiento de una ficha requiere el guiño de la otra potencia.
Por eso, cuando Trump y Xi se encuentren en Corea del Sur, el futuro de Venezuela —y del equilibrio geopolítico regional— podría decidirse en una conversación de pocos minutos.
Lo que está en juego no es solo el destino de un régimen, sino la posibilidad de que Washington y Pekín pacten, por primera vez, una línea de cooperación en el combate al crimen político global