TOKIO.— El resultado electoral de Japón podría colocar al Banco de Japón (BOJ) en una encrucijada: las perspectivas de un mayor gasto fiscal podrían mantener la inflación elevada, mientras que una posible parálisis política prolongada y una guerra comercial global aportarían razones de peso para avanzar con cautela en futuras subas de tasas.
La incertidumbre política persistente también podría debilitar al yen y encarecer las importaciones, agregando presión inflacionaria que choca con la postura actual del BOJ de mantener las tasas sin cambios hasta que se disipe la tormenta política, según algunos analistas.
El aumento del costo de vida fue uno de los factores que contribuyó a la dura derrota de la coalición gobernante del primer ministro Shigeru Ishiba en las elecciones a la Cámara Alta del domingo. Con una inflación que supera el objetivo del 2% del BOJ desde hace más de tres años, algunos miembros de su directorio ya han advertido sobre crecientes presiones de precios.
Junko Koeda planteó recientemente la necesidad de monitorear los efectos de segunda ronda derivados del aumento en los precios del arroz. Otro miembro del directorio, Hajime Takata, afirmó este mes que el BOJ debe reanudar las subas de tasas tras una pausa temporal, ya que Japón está cerca de alcanzar la meta de inflación del 2%.
«Si se intensifican los riesgos inflacionarios, el BOJ podría necesitar actuar con decisión como garante de la estabilidad de precios», advirtió el funcionario de línea dura Naoki Tamura a fines del mes pasado.
Ahora en minoría en ambas cámaras del Parlamento, el bloque gobernante de Ishiba deberá negociar con los partidos opositores —que reclaman recortes impositivos y mayor gasto público— para aprobar leyes clave.
En una señal de apertura a esos reclamos, Ishiba anunció el lunes que permanecerá como primer ministro y trabajará con otras fuerzas en medidas para amortiguar el impacto de la inflación sobre los hogares.
Aunque una baja del impuesto al consumo implicaría un enorme agujero fiscal para un país con finanzas públicas deterioradas, su implementación requeriría una ley y demoraría tiempo. Más probable sería la aprobación de un presupuesto suplementario en otoño, destinado a financiar transferencias y beneficios fiscales. Su tamaño podría superar el paquete de 14 billones de yenes (95.000 millones de dólares) del año pasado, ante una oposición que exige medidas más audaces, según analistas.
“Ya se esperaba un presupuesto adicional este otoño para ayudar a las empresas a enfrentar los aranceles de EE. UU. Ahora, los partidos opositores podrían exigir un paquete aún mayor”, dijo David Boling, director en la consultora Eurasia Group.
El yen, una variable clave
La economía japonesa podría necesitar ese impulso fiscal, tras contraerse en el primer trimestre y enfrentarse a un nuevo golpe por los aranceles estadounidenses que ya afectan a su sector automotriz, pilar de la economía.
Pero las preocupaciones del mercado por la enorme deuda de Japón y su inestabilidad política podrían debilitar al yen y poner en duda el diagnóstico del BOJ de que las presiones inflacionarias cederán más adelante en el año.
“Aunque Ishiba reafirmó su intención de seguir como primer ministro, los mercados están en modo de espera. Pero eso no significa que el riesgo de una caída del yen haya desaparecido: las elecciones sin duda debilitaron su posición”, dijo Tsuyoshi Ueno, economista del NLI Research Institute.
A diferencia de otras economías avanzadas, Japón sigue teniendo tasas de interés reales profundamente negativas, debido al lento desmantelamiento del estímulo monetario masivo desplegado durante más de una década.
Tras elevar la tasa de interés a corto plazo a 0,5% en enero, el gobernador Kazuo Ueda dio señales de pausar las subas hasta tener mayor claridad sobre el impacto económico de los aranceles estadounidenses.
Dado ese riesgo externo, muchos analistas ahora prevén que el BOJ no volverá a subir la tasa en lo que resta del año. Sin embargo, estimaciones internas del banco indican que la tasa debería alcanzar al menos el 1% para ubicarse en un nivel neutral, que ni estimule ni enfríe el crecimiento.
En definitiva, una nueva caída del yen podría ser el factor que empuje al BOJ a actuar, según algunos analistas.
Aunque por ley el BOJ goza de independencia del gobierno, históricamente ha sido sensible a los desarrollos políticos. Su estímulo masivo de 2013 fue desplegado tras fuertes presiones del entonces primer ministro Shinzo Abe para debilitar al yen y combatir la deflación.
La salida del BOJ de la política ultraexpansiva el año pasado también respondió a llamados de políticos para frenar la abrupta caída del yen, que estaba disparando los costos de importación.
“Para el BOJ, la mayor preocupación es cómo el resultado electoral podría cambiar el enfoque del gobierno sobre la política económica, y cómo reaccionarán los mercados”, dijo una fuente familiarizada con su pensamiento.
La veterana analista del BOJ Mari Iwashita ve probable una suba de tasas en octubre si el yen —actualmente en torno a los 147 por dólar— cae por debajo de 150 y eso genera mayor presión inflacionaria.
“Una debilidad persistente del yen podría aumentar la inflación subyacente, y convertirse en un factor clave para una acción del BOJ”, dijo Iwashita, estratega de tasas en Nomura Securities.

