CARACAS.– Nicolás Maduro intentó casi de todo para bajar la tensión con Washington. Le escribió una carta personal a Donald Trump, se ofreció a colaborar en la captura de miembros de la banda criminal Tren de Aragua e incluso envió tropas propias a desmantelar campamentos guerrilleros dentro de Venezuela como gesto en la “guerra contra las drogas”.
Pero, por ahora, nada de eso ha bastado. El presidente venezolano no ha conseguido que Trump relaje su campaña de “máxima presión”, que busca presentarlo como un jefe narco.
El viernes, Estados Unidos informó que había destruido la quinta embarcación en el Caribe en apenas cinco semanas, presuntamente dedicada al tráfico de drogas con destino a su territorio.
Maduro ha calibrado cuidadosamente sus reacciones. Tras el primer ataque, cuestionó la autenticidad del video del bombardeo más que el hecho mismo. Aun así, mantiene ciertos canales de cooperación con Washington: Venezuela sigue recibiendo vuelos con migrantes deportados, Chevron continúa operando en conjunto con PDVSA, y representantes del chavismo mantienen contactos discretos con funcionarios estadounidenses, según fuentes cercanas a las negociaciones.
Sin embargo, el dilema es claro: ¿bastará esa colaboración para aliviar la presión? Trump insinuó esta semana que el foco podría pasar del mar a la tierra, y que su gobierno evalúa atacar sitios vinculados al narcotráfico dentro de Venezuela, un escenario que Caracas quiere evitar a toda costa.
“Maduro está intentando hacer todo lo posible para evitar una escalada”, dijo Geoff Ramsey, investigador del Atlantic Council en Washington. “Es difícil creer que Trump esté dispuesto a asumir un riesgo que desate violencia en Venezuela, y Maduro ve en ese límite una oportunidad de acercamiento”.
Mientras tanto, el Pentágono refuerza su presencia en el Caribe sur: ocho buques de guerra, al menos un submarino nuclear, más de 4.000 soldados, cazas, drones y aviones de vigilancia. El despliegue le da a Washington capacidad para golpear objetivos dentro del territorio venezolano si lo considera necesario.
Caracas, por su parte, intenta mostrar que combate el narcotráfico por cuenta propia. A comienzos de septiembre, el ministro de Defensa Vladimir Padrino reconoció públicamente que el gobierno “no había comunicado lo suficiente” sobre su lucha antidrogas. Desde entonces, conduce transmisiones semanales con el alto mando militar para detallar las operaciones.
El último programa incluyó videos de bombardeos a laboratorios de cocaína y campamentos armados cerca de la frontera con Colombia, supuestamente manejados por guerrilleros del ELN y las FARC. Fue una admisión inusual de que esos grupos actúan dentro del territorio venezolano.
Para Evan Ellis, profesor del Colegio de Guerra del Ejército de EE. UU., esos operativos buscan tanto controlar la frontera como “apaciguar a la administración Trump mostrando que Maduro actúa contra grupos problemáticos del pasado”. Pero advirtió que el esfuerzo tiene límites: “Cada vez más, la producción ocurre en laboratorios dentro de Venezuela”.
El problema para Maduro es que su “buena voluntad” no le ha traído alivio alguno. En una conferencia del 15 de septiembre, el mandatario admitió que las conversaciones con Washington estaban “rotas”, y denunció “amenazas y chantajes”. Sin embargo, aclaró que la comunicación “no está en cero”, y mencionó contactos sobre migración con el encargado de negocios estadounidense John McNamara.
Las probabilidades de distensión son bajas. Maduro está acusado formalmente en Estados Unidos por narcotráfico, señalado como líder del Cartel de los Soles. Fue imputado por un gran jurado en 2020, durante la primera administración Trump, y este año el gobierno estadounidense elevó la recompensa por información que lleve a su captura a USD 50 millones. Maduro niega las acusaciones.
“La administración Trump cree que el régimen está tan entrelazado con el narcotráfico y con organizaciones terroristas extranjeras que no puede deshacerse de esos vínculos”, explicó Ryan Berg, director del programa para las Américas del CSIS en Washington. “Que Maduro encabece operaciones antidrogas es, para ellos, una contradicción en sí misma”.
Frente a eso, el chavismo intensifica su propaganda interna. Maduro aparece en televisión vestido de militar y rodeado de tropas con fusiles rusos, mientras Diosdado Cabello entrena a jóvenes militantes en pistas de obstáculos. Los anuncios oficiales incluso muestran héroes de la independencia generados por inteligencia artificial llamando a defender la patria, y pescadores asegurando que “dejarían las redes por las armas si fuera necesario”.
“El tiempo juega un papel clave”, advierte Ramsey. “Cuanto más se prolongue este despliegue, y más claro quede que los militares venezolanos no van a derrocar a Maduro, Washington tendrá que decidir si escalar el conflicto o declararse victorioso y seguir adelante.”