SEÚL.— Mientras el Air Force One despegaba del aeropuerto de Busan, Corea del Sur, tras las conversaciones entre Estados Unidos y China, el presidente chino Xi Jinping se dirigía en su limusina Hongqi N701 hacia la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), ubicada a unos 80 kilómetros de distancia. La escena simbolizó un cambio en el liderazgo económico global: Donald Trump abandonaba la región tras una visita de 24 horas, mientras Xi se preparaba para protagonizar un encuentro multilateral que Washington parece considerar cada vez más secundario.
La imagen resume el nuevo pulso por la influencia en el Asia-Pacífico, hogar de las economías de más rápido crecimiento del mundo y epicentro de cadenas de suministro tensionadas por los aranceles del presidente estadounidense. Mientras Washington adopta políticas proteccionistas y negociaciones bilaterales, Pekín busca erigirse en defensor del libre comercio, un papel que Estados Unidos dominó durante décadas.
“Debemos practicar un verdadero multilateralismo y fortalecer la autoridad y la eficacia del sistema comercial mundial con la OMC en su núcleo”, dijo Xi en la apertura del foro, donde el secretario del Tesoro, Scott Bessent, representó a Trump.
Xi instó a los líderes a actualizar las reglas del comercio internacional para reflejar los nuevos tiempos y “proteger mejor los derechos e intereses legítimos de los países en desarrollo”. Sin embargo, varios países asiáticos mantienen cautela ante el discurso chino, debido a su creciente poder militar, su dominancia manufacturera y su uso de restricciones comerciales como herramienta política.
La ausencia de Trump en la cumbre de APEC marca un giro drástico en la política estadounidense hacia una institución que el propio país ayudó a crear en 1989 junto a Australia, en un intento por integrar las economías del Pacífico tras la Guerra Fría. Pero ahora el mandatario estadounidense concentra su política en la imposición de “aranceles del Día de la Liberación”, que han alterado los mercados globales, forzando a sus socios comerciales a renegociar acuerdos bilaterales e invertir cientos de miles de millones de dólares en suelo norteamericano.
Pese a ello, funcionarios estadounidenses defendieron su presencia. “La participación de Estados Unidos en APEC es fuerte y sólida”, dijo Casey Mace, enviado especial del país al foro, alegando que la agenda “no permitió” que Trump permaneciera más tiempo. Horas después de regresar a Washington, el mandatario participó en la fiesta anual de Halloween de la Casa Blanca junto a la primera dama, Melania Trump.
Pekín intenta capitalizar la incertidumbre generada por las políticas de Trump con una ofensiva diplomática y económica. En un contexto de crecimiento más débil y acusaciones occidentales de provocar sobrecapacidad global con exportaciones baratas, China avanza en una reestructuración del sistema comercial internacional que, más que táctica, responde a una estrategia de largo plazo.
Su próximo plan quinquenal contempla medidas para “proteger el sistema multilateral de comercio y promover flujos económicos internacionales más amplios”. Y más allá del discurso, también hay acción: durante su visita a Malasia la semana pasada, el primer ministro Li Qiang participó en la cumbre de la ASEAN en Kuala Lumpur y firmó un acuerdo comercial mejorado entre China y la ASEAN.
La diferencia con Washington fue evidente. En el mismo foro, Trump logró cerrar cuatro acuerdos bilaterales, aunque ninguno redujo las barreras comerciales estadounidenses; al contrario, incluyeron nuevas amenazas arancelarias para países que fortalezcan lazos con naciones que “pongan en riesgo los intereses esenciales de EE. UU.”, en clara alusión a China.
“El acuerdo mejorado China-ASEAN refuerza la posición dominante de Pekín en el compromiso económico regional”, explicó Yun Sun, codirectora del Programa de Asia Oriental del Stimson Center. “En comparación, los acuerdos bilaterales de EE. UU. son mucho más limitados y circunstanciales.”
Aunque no se esperan grandes anuncios en APEC, la presencia de Xi —y la de Li en la ASEAN— envía un mensaje contundente sobre la vocación china de tejer lazos regionales. Según analistas, frente a la constancia de Pekín, la política estadounidense “parece selectiva y condicionada”.
Este viernes, Xi se reunirá con el primer ministro canadiense Mark Carney y con la nueva jefa de gobierno japonesa Sanae Takaichi, ambos encuentros previstos como tensos por las disputas comerciales y la postura conservadora de Tokio.
No obstante, los países de la región también recelan del poder económico y coercitivo de China. Pekín anunció este mes un endurecimiento de las restricciones a la exportación de tierras raras, incluso fuera de su territorio, lo que provocó alarma en las ya frágiles cadenas globales de suministro.
“China intenta presentarse como defensora del libre comercio, pero eso no es cierto”, advirtió Toshihiro Kitamura, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. “Usan sus propios recursos para imponer su voluntad política sobre otros. No son los campeones del libre comercio.”
Para Eric Olander, del China Global South Project, la estrategia de Pekín es clara: “A través del comercio, la infraestructura y la logística, China busca atar económicamente a la región hasta el punto de que resulte imposible que los países se desprendan de su dependencia del gigante asiático.”

