TOKIO.— El Banco de Japón podría enfrentar presiones políticas para mantener las tasas de interés bajas por más tiempo del que desea, ya que se espera que partidos opositores, que favorecen los recortes impositivos y una política monetaria expansiva, ganen influencia tras las elecciones del 20 de julio.
Las encuestas de opinión sugieren que la coalición liderada por el primer ministro Shigeru Ishiba podría perder su mayoría en la Cámara Alta, lo que lo obligaría a negociar con una serie de partidos menores que promueven políticas fiscales y monetarias más laxas.
El bloque gobernante, encabezado por el Partido Liberal Democrático (PLD) de Ishiba, ya es minoría en la más poderosa Cámara Baja, por lo que un estancamiento en ambas cámaras podría otorgar una influencia desproporcionada a los partidos de oposición en la definición de políticas.
Ishiba ha respaldado la estrategia del Banco de Japón de elevar gradualmente las tasas de interés desde niveles cercanos a cero, en un contexto de aumento de la inflación en la cuarta economía más grande del mundo, al mismo tiempo que busca contener la deuda pública más abultada del mundo industrializado.
Pero si los grupos opositores logran imponer presión sobre el Banco Central para evitar nuevas subas de tasas y obligan al gobierno a recortar el impuesto al consumo, eso podría generar una suba en los rendimientos de los bonos y complicar aún más los esfuerzos de la autoridad monetaria por normalizar su política, advierten algunos analistas.
El Banco de Japón declinó hacer comentarios sobre el posible impacto electoral en su estrategia monetaria.
“Existe un 50% de probabilidad de que la coalición gobernante pierda su mayoría en la Cámara Alta, lo que podría reavivar el debate sobre reducir la tasa del impuesto al consumo”, dijo Daiju Aoki, economista jefe para Japón en UBS SuMi Trust Wealth Management.
“Eso presionaría al alza las tasas de interés a largo plazo en Japón, al avivar la preocupación sobre las finanzas públicas del país”, agregó.
La deuda seguirá creciendo
Sohei Kamiya, líder del emergente partido de derecha Sanseito, criticó al Banco de Japón por haber reducido su compra de bonos mientras la economía sigue débil.
“El Ministerio de Finanzas y el Banco de Japón deberían actuar en conjunto con medidas agresivas durante algunos años para estimular la demanda interna”, dijo Kamiya en una conferencia de prensa este mes.
Otro grupo menor, el Partido de la Innovación de Japón, ha pedido que el Banco Central avance lentamente con las subas de tasas para contener el costo de los intereses sobre la deuda pública.
Yuichiro Tamaki, jefe del Partido Democrático por el Pueblo —uno de los posibles aliados de Ishiba para formar mayoría—, ha instado al BOJ a aflojar la política monetaria, en lugar de endurecerla, para evitar una apreciación del yen que perjudique a la economía exportadora del país.
Incluso si la coalición logra conservar la mayoría, Ishiba podría verse obligado a abandonar su sesgo fiscal austero y aumentar el gasto para amortiguar el impacto económico de posibles aranceles de EE.UU. y del aumento del costo de vida.
“Es probable que el gobierno elabore un presupuesto adicional para financiar un nuevo paquete de estímulo de entre 5 y 10 billones de yenes (entre 35.000 y 70.000 millones de dólares). Eso impulsaría aún más los rendimientos de los bonos”, dijo Makoto Sakurai, exmiembro del directorio del BOJ, quien espera que el banco no suba tasas al menos hasta marzo.
La deuda pública japonesa equivale al 250% del PBI, muy por encima del 165% de Grecia. El gobierno destina casi una cuarta parte de su presupuesto a financiar una deuda de 1.164 billones de yenes (unos 7,9 billones de dólares), con un costo que se espera aumente de forma sostenida a medida que el BOJ se aleje de su política de tasa cero.
“Hay que prepararse”
Es cierto que la inflación por encima del 2%, la meta del BOJ, durante tres años consecutivos, ha incrementado los ingresos fiscales nominales, lo que podría ayudar al gobierno a evitar una mayor emisión de bonos para financiar más gasto público.
Pero recortar la tasa del impuesto al consumo —una medida que Ishiba ha rechazado hasta ahora— generaría un agujero aún mayor en las finanzas del país. Lo que antes era una propuesta marginal, hoy se ha convertido en una de las políticas económicas más populares en Japón.
En una reciente encuesta del diario Asahi, el 68% de los votantes consideró que reducir el impuesto al consumo es la mejor forma de compensar el impacto del aumento del costo de vida, frente a un 18% que prefiere transferencias directas de dinero.
Si el impuesto al consumo entra en la agenda post-electoral, podría ser un tema tan sensible que obligue a Ishiba a disolver la Cámara Baja y convocar a elecciones anticipadas, una movida que prolongaría la incertidumbre política.
En caso de que Ishiba dimita, una eventual elección interna del PLD podría devolver el foco del mercado sobre figuras como Sanae Takaichi, defensora de una política monetaria ultraexpansiva, a quien Ishiba venció por poco en la última contienda por el liderazgo del partido.
A diferencia de Ishiba, quien ha respaldado con cautela la normalización del BOJ, Takaichi ha dicho que sería “estúpido” que el banco subiera las tasas.
Todo esto podría significar que las subas de tasas del Banco de Japón —ya pausadas por la incertidumbre en torno a los aranceles de EE.UU.— se posterguen aún más.
“Debemos prepararnos para un período prolongado de incertidumbre política y volatilidad en los mercados”, advirtió Naomi Muguruma, estratega jefe de bonos en Mitsubishi UFJ Morgan Stanley Securities.
“Eso solo le daría al BOJ más razones para mantenerse al margen y esperar que el polvo se asiente”.

