VARSOVIA.— Testigos de los crímenes de la Alemania nazi en Wojslawice vivieron por décadas guardando el secreto de las ejecuciones de sus vecinos.
Quienes presenciaron las matanzas se las contaron a sus hijos y les pedían que no se acerasen al sitio detrás de una iglesia ortodoxa, donde unos 60 judíos, incluidos 20 niños, fueron acribillados un octubre.
“Cuando era chico, corría por esos llanos y los mayores decían, no vayas por allí porque hay gente enterrada, judíos enterrados”, relató una policía jubilada cuya madre presenció las ejecuciones en esa pequeña comunidad del este polaco.
La ex policía retirada fue identificada como Marian Lackowski, quien ha tratado de asegurarse que las víctimas reciban un entierro digno, promesa que finalmente cumplió el pasado 14 de octubre, cuando reunión al clero judío y cristiano, el alcalde, estudiantes y otros.
Desde la sede municipal salieron hasta el sitio de las ejecuciones. Realizaron oraciones judías y cristianas; se encendieron velas y se colocaron piedras, una tradición judía, en un momento nuevo erigido sobre el lugar. “Que sus almas vivan eternamente”, dice el monumento.
Pero trágicamente la fosa de Wojslawice no es un fenómeno aislado. Durante la ocupación de Polonia por parte de los nazis, los alemanes detuvieron a los judíos en los guetos y los mataron en campos de concentración.
Pero también los ejecutaron en campos y bosques cerca de sus casas, dejando fosas comunes a lo largo y ancho del territorio, muchas de las cuales han salido a la luz en los últimos años.