BRUSELAS.— Más de tres años después de la invasión rusa a Ucrania, la seguridad energética de Europa sigue siendo frágil.
El gas natural licuado (GNL) de Estados Unidos ayudó a cubrir el vacío que dejó Rusia durante la crisis energética de 2022-2023. Pero ahora que Donald Trump ha sacudido las relaciones con Europa forjadas después de la Segunda Guerra Mundial y utiliza la energía como moneda de cambio en negociaciones comerciales, las empresas europeas temen que depender de EE. UU. se haya convertido en otra vulnerabilidad.
En este contexto, ejecutivos de grandes compañías de la UE han comenzado a plantear algo impensado hace apenas un año: que importar algo de gas ruso —incluido el de la estatal Gazprom— podría ser una buena idea.
Esto requeriría un cambio drástico en la política energética europea, dado que tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, la Unión Europea se comprometió a cortar las importaciones de energía rusa para 2027.
Pero las opciones de Europa son limitadas. Las negociaciones con Qatar, gigante del GNL, se han estancado, y si bien las energías renovables avanzan con rapidez, el ritmo no alcanza para garantizar la seguridad energética.
“Si se logra una paz razonable en Ucrania, podríamos volver a flujos de 60.000 millones de metros cúbicos al año, quizá 70, incluyendo GNL”, dijo a Reuters Didier Holleaux, vicepresidente ejecutivo de la francesa Engie, que fue uno de los mayores compradores de gas ruso antes de la guerra. Estima que Rusia podría volver a cubrir entre el 20% y 25% de las necesidades de la UE, frente al 40% previo al conflicto.
Patrick Pouyanné, CEO de TotalEnergies, advirtió que Europa no debe depender en exceso del gas estadounidense. “Necesitamos diversificar, tener múltiples rutas, no depender de uno o dos proveedores”, dijo a Reuters. Total exporta GNL desde EE. UU., pero también vende gas ruso de la empresa privada Novatek. “Europa no volverá a importar los 150 bcm que compraba a Rusia antes de la guerra… pero apostaría por unos 70 bcm”, agregó.
El giro alemán
Francia, gracias a su producción nuclear, ya cuenta con una de las matrices energéticas más diversificadas de Europa. Alemania, en cambio, era altamente dependiente del gas ruso barato para sostener su industria, y ahora tiene menos alternativas.
En el parque químico de Leuna, uno de los más grandes de Alemania y donde operan Dow Chemical y Shell, algunos ejecutivos piden el regreso inmediato del gas ruso. Antes de la guerra, Rusia abastecía el 60% de las necesidades locales, principalmente mediante el gasoducto Nord Stream, destruido en 2022.
“Estamos en una crisis severa y no podemos esperar”, dijo Christof Guenther, director de InfraLeuna. Señaló que la industria química alemana lleva cinco trimestres consecutivos recortando empleos, algo inédito en décadas. “Reabrir los gasoductos reduciría los precios más que cualquier programa de subsidios actual”, agregó. Aunque es un tema tabú, dijo que muchos de sus colegas coinciden en que se debe volver al gas ruso.
En las elecciones federales de febrero, casi un tercio de los alemanes votaron por partidos afines a Rusia. En Mecklemburgo-Pomerania Occidental, donde desemboca el Nord Stream en el mar Báltico, el 49% de los ciudadanos quiere retomar las importaciones de gas ruso, según una encuesta de Forsa. “Necesitamos gas ruso, necesitamos energía barata, venga de donde venga”, dijo Klaus Paur, director de la petroquímica Leuna-Harze. “Necesitamos Nord Stream 2 para mantener los costos energéticos bajo control”.
La industria exige al gobierno federal encontrar energía barata, dijo Daniel Keller, ministro de Economía de Brandeburgo, donde se encuentra la refinería de Schwedt, parcialmente propiedad de la rusa Rosneft pero actualmente bajo tutela del gobierno alemán. “Podríamos imaginar retomar la recepción o el transporte de petróleo ruso una vez que se establezca la paz en Ucrania”, afirmó.
Este año, la participación de Rusia caerá por debajo del 10% tras el cierre de oleoductos por parte de Ucrania. Los flujos restantes son principalmente GNL de Novatek.
La UE se prepara para comprar más GNL de EE. UU., ya que Trump presiona para reducir el superávit comercial europeo con su país. “Sin duda, necesitaremos más GNL”, afirmó la semana pasada el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic.
La guerra comercial ha reforzado las preocupaciones de Europa sobre su dependencia del gas estadounidense, advirtió Tatiana Mitrova, investigadora del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. “Cada vez es más difícil considerar el GNL estadounidense como un bien neutral: en algún momento podría convertirse en una herramienta geopolítica”, dijo.
Si la guerra comercial escala, existe un pequeño riesgo de que EE. UU. retenga exportaciones de GNL, opinó Arne Lohmann Rasmussen, analista jefe de Global Risk Management. Un alto diplomático de la UE, en condición de anonimato, coincidió: “No se puede descartar que EE. UU. use esa palanca”.
Si los precios domésticos del gas en EE. UU. suben por el aumento de la demanda industrial y de inteligencia artificial, Washington podría limitar las exportaciones a todos los mercados, según Warren Patterson, jefe de estrategia de commodities en ING.
En 2022, la UE se fijó como meta no vinculante dejar de importar gas ruso para 2027, pero ya ha postergado dos veces la publicación del plan para lograrlo. Un portavoz de la Comisión Europea se negó a comentar sobre las declaraciones de las empresas.