Rusia suspende importaciones de Japón, ¿qué paso?

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Fukushima

MOSCÚ.— «La Agencia Federal Rusa para la Supervisión Veterinaria y Fitosanitaria, Rosseljoznadzor, ha decidido implementar medidas temporales de restricción siguiendo la República Popular China en lo que respecta a la importación de pescados y mariscos de Japón, a partir del 16 de octubre, como precaución», anunció la agencia rusa.

En un comunicado, explicaron que «se han impuesto restricciones hasta que se confirme completamente la seguridad y el cumplimiento de los requisitos de la Unión Económica Euroasiática (UEE) para estos productos, y hasta que sean analizados por los expertos de Rosseljoznadzor«.

La Asociación Panrusa de Pesca asegura que en Rusia no se prevé una escasez de pescado y marisco debido a estas restricciones temporales, ya que la cuota de mercado de las importaciones de productos japoneses es muy baja.

Hacia finales de 2022, Japón había importado 192 toneladas de pescado y marisco, representando solo el 0,04 % del volumen total de importaciones de estos productos. Durante el primer semestre de 2023, esta cifra se redujo a 100 toneladas, según la agencia oficial TASS.

China había suspendido en agosto todas las importaciones de este tipo procedentes de Japón, después de que este último empezara a verter en el océano Pacífico una parte de las 1,34 millones de toneladas de aguas residuales acumuladas desde que un tsunami dejara inoperable la central de Fukushima en 2011, durante una de las peores catástrofes nucleares de la historia.

En Fukushima, millones de toneladas de agua contaminada han sido generadas debido a los trabajos de enfriamiento de los reactores dañados y al combustible fundido tras el accidente nuclear de 2011, así como a las filtraciones de agua de lluvia a lo largo de los años.

El agua es tratada mediante un complejo sistema de filtrado que elimina la mayoría de los elementos radiactivos dañinos, excepto el tritio (un isótopo nuclear presente en la naturaleza), antes de ser almacenada en tanques para su vertido.

Este proceso ha sido validado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), y Tokio asegura que el vertido no representa un peligro para el medio ambiente ni para la salud humana. La segunda fase de vertido de estas aguas residuales comenzó el 5 de octubre.